¿Es una enfermedad de mayores?

Se cree popularmente que es una enfermedad que afecta solo a las personas mayores, pero es parcialmente incorrecto. El 30% de las personas diagnosticadas es menor de 65 años. De esta última estimación, el 15% tiene entre 45 y 65 años, y el otro 15% restante tiene menos de 45 años. Además, uno de cada diez nuevos casos diagnosticados de Parkinson en España tiene menos de 50 años.

Existe incluso un “Parkinson juvenil” que afecta a menores de 15 años, aunque es ciertamente raro. Pero sí es cierto que la probabilidad de padecer Parkinson aumenta con la edad, sobre todo a partir de los 60-65 años.

¿Qué es lo que causa la enfermedad?

La enfermedad de Parkinson aparece cuando ciertas células del cerebro (neuronas) mueren o sufren deterioro. Estas neuronas, en circunstancias normales, fabrican unos compuestos químicos especiales, llamados neurotransmisores, que permiten que las neuronas «hablen» y se comuniquen entre sí. La dopamina y la acetilcolina son 2 de estos neurotransmisores que controlan, entre otras cosas, nuestros movimientos. Cuando las neuronas que fabrican dopamina mueren, se origina un desequilibrio entre ésta y la acetilcolina, dando como resultado los síntomas de la enfermedad.

¿El Parkinson es mortal?

No. Hoy día nadie “se muere de Parkinson”. La esperanza de vida de un paciente con Parkinson es prácticamente igual que la de la media nacional.

Lo que sí debe hacer el paciente de Parkinson es cuidarse más por los problemas secundarios que puede provocar indirectamente esta patología: tener mucho cuidado con el riesgo de tropezar y de caídas peligrosas (por los trastornos del equilibrio); protegerse bien de infecciones respiratorias y de orina; cuidar la deshidratación (debido a la excesiva sudoración y orina); tener una dieta adecuada (no solo consumir lo “fácil de tragar”); tomarse de forma correcta la medicación; y realizar rehabilitación para mantener el estado físico.

¿Se puede prevenir?

Hoy por hoy no se conoce una alimentación, estilo de vida o ejercicios que puedan proteger de padecer Parkinson.

¿Hay cura?

Por desgracia no hay cura definitiva para el Parkinson. Por ello se dice que es una enfermedad crónica e incurable.

Pero hoy día hay diferentes recursos médicos y no-médicos para paliar los síntomas, ralentizar la evolución de la enfermedad y mejorar eficazmente la calidad de vida de los pacientes.

¿Cómo luchar contra el Parkinson?

Medicación antiparkinsoniana: fármacos que aportan la dopamina que le falta al cerebro o que ayudan a aprovecharla mejor.
Medicación sintomática: fármacos que controlan molestias secundarias de muy diverso tipo.
Intervenciones quirúrgicas: reversibles o irreversibles, que ayudan a seleccionados pacientes a aliviar el Parkinson.
Rehabilitación con terapias complementarias tales como logopedia, fisioterapia, terapia ocupacional, hidroterapia, masajes, etc., que ayudan a mantener una vida activa y con el mayor grado de autocontrol de las funciones motoras.

Depresión y Parkinson

La depresión es bastante frecuente siendo el trastorno psicológico más citado en los pacientes con Parkinson. En un 40 por ciento de los casos se diagnostica junto al Parkinson y, a lo largo del curso de la enfermedad, llegará a padecerla cerca de un 80 por ciento de los afectados. Las causas que originan la depresión son variadas: la propia enfermedad neurodegenerativa (alteración de neurotransmisores), mala aceptación psicológica de una patología crónica e incurable (desesperanza, pesimismo, miedo a morir) y, otras veces, surge como efecto secundario de la propia medicación antiparkinsoniana.

Hoy día su médico dispone de fármacos muy seguros y eficaces para combatir la depresión. Asimismo, el apoyo de un/a psicólogo/a especializado le ayudará a superar este problema emocional.

¿Qué otros problemas psicológicos pueden producirse?

La angustia, la ansiedad y los ataques de pánico son menos frecuentes que la depresión en el Parkinson. Estos incluyen síntomas tales como inquietud, nerviosismo, temerosidad, preocupaciones excesivas, irritabilidad y agresividad, sensibilidad emocional incrementada, altibajos afectivos, fisiológicos (taquicardias, disnea respiratoria, pinchazos en el pecho, insomnio, etc.). Medicamentos tales como ansiolíticos y técnicas psicológicas de relajación y control emocional ayudarán a la persona que padece Parkinson en un corto plazo.

La hipocondría es la creencia persistente que tiene el/la paciente de que está enfermo y además de algo muy grave , la atención continua a síntomas físicos, el temor a estar padeciendo otras enfermedades graves (ataques cardíacos, tumores…), entre otros estados. Aunque es difícil de tratar, un/a psicoterapeuta experimentado/a le puede ser útil para controlar estos molestos estados.

Aislamiento social y problemas de pareja.

Alucinaciones (ver cosas que no existen), delirios paranoides (ideas extrañas de persecución, desconfianza o celos), confusión. No los produce la enfermedad de Parkinson en sí misma, los suele generar un exceso de medicación como efecto secundario indeseable. Consulte rápidamente a su neurólogo/a y mejorarán los síntomas al bajar las dosis de fármacos antiparkinsonianos o también puede darle una medicación antipsicótica adecuada.

¿Se pierde la cabeza por tener Parkinson?

El Parkinson no es igual a la enfermedad de Alzheimer. No están alterados los mismos neurotransmisores ni las mismas áreas cerebrales. No afecta al juicio ni el sentido común, ni el/la paciente se va a quedar sin memoria. Tampoco va a olvidar el leer o entender lo que le dicen, ni va a perder inteligencia de modo que no pueda reconocer a sus seres queridos o saber qué día es hoy. Solo una pequeña minoría de pacientes con Parkinson muy avanzado o con algún tipo de parkinsonismo van a llegar a desarrollar estos síntomas de deterioro mental que se llama demencia. En el caso de la enfermedad de Parkinson nos podemos encontrar con problemas de atención, de planificación y de organización, con lentitud para procesar y responder y, en algunos casos, con impulsividad. Algunas personas pueden tener dificultades en etapas de la enfermedad para controlar sus impulsos: comida, compras, juegos de azar… En definitiva, el Parkinson afecta predominantemente a las funciones motoras (movimientos), mientras que el Alzheimer afecta más a las funciones cognitivas (mentales).

¿Qué son los Parkinsonismos?

Son patologías parecidas a la enfermedad de Parkinson típica pero que se diferencian en algunos síntomas y en su evolución. Se suelen llamar también Parkinson-plus o enfermedades multisistémicas parkinsonianas (por ejemplo: degeneración nigro-estriada, parálisis supranuclear progresiva, atrofia olivo-ponto-cerebelosa, enfermedad de cuerpos de Lewy difusa, etc. Hoy día se tratan con la misma medicación y rehabilitación que la enfermedad de Parkinson típica o también se llama idiopática).

De forma muy genérica, se pueden apuntar las siguientes características propias de los parkinsonismos:

 – Responden peor a los fármacos con levodopa que el Parkinson típico.
 – Se detectan otras áreas cerebrales afectadas, además de la sustancia negra (típica de la enfermedad de Parkinson).
 – Predomina la acinesia intensa, con escaso temblor.
 – La evolución es más rápida que en el Parkinson típico.
 – Puede haber mayor riesgo de deterioro físico (invalidez) y mental (demencia).
 – No son buenos candidatos para neurocirugía.

¿Es una enfermedad descubierta hace poco?

No. El doctor inglés James Parkinson describió la enfermedad de Parkinson en 1817, exactamente con los mismos signos que observamos hoy día. La llamó “parálisis agitante”, poniendo de relieve los dos “componentes” de la enfermedad: la rigidez (parálisis) y el temblor (agitación).